martes, 9 de febrero de 2010

Primeras semanas

El principio fue duro, para qué nos vamos a engañar (puntos mil, mastitis, noches sin dormir, el infierno del sacaleches...), pero precioso al mismo tiempo.
Vivía una fase de enamoramiento con mi hijo, no podía dejar de mirarle...

Cómo es la naturaleza, tan poderosa, tan sabia, tan visceral. Mi hijo se tranquilizaba sólo en mis brazos, y se tiraba a mi pecho como un kamikaze. El olor y el calor de la madre es inequívoco para el recién nacido, y me entusiasmaba ser su "casa", tener TODO lo que pudiera necesitar: alimento, calor, protección, consuelo y estímulo.

Esa dependencia, lejos de agobiarme, me daba las energías que a veces necesitas para "sobrevivir" días sin apenas dormir, comer, ducharte...
Solía pensar que exageraban las madres que decían no tener tiempo ni para ir al baño (¿no sería falta de organización?), pero sin la visita de mi madre ó alguna de mis hermanas, no sé cómo hubiera podido hacerlo.
Si a eso le sumas que no hay nadie al lado para decirle: "cógelo tú un momento que me voy a curar los puntos", ó "báñale tú mientras yo me peleo con el sacaleches" y un largo etc, pues se hace un pelín más estresante.

Además, siendo primeriza y con niño prematuro, necesitas unas semanas de práctica para cogerle el tranquillo al asunto, distinguir el llanto de hambre del de cólico, descubrir la mejor estrategia para hacerle dormir, averiguar cómo le alivian los masajes, aprender a estimularle y tambien a tranquilizarle...muchas lecciones para aprender sobre la marcha porque cada niño es un mundo y... vienen sin manual de instrucciones!!!!!

Lo recuerdo agotador y al mismo tiempo energizante, ya lo sé, es contadictorio pero real. Las que seáis madres seguro que me entendéis.