viernes, 27 de noviembre de 2009

El embarazo II

Durante el embarazo estuve muy desocupada en cuanto a trabajo se refiere, con lo que pude centrarme en mis sensaciones, cambios y reflexiones.

Respecto a mis sensaciones, he de decir que, a pesar del cambio hormonal y que yo por naturaleza soy sensiblera, estuve bastante estable durante todo el embarazo. Eso no quita que algún día suelto echase mis buenas lagrimillas (algunas con razón, como el día de la amenaza de aborto, y otras no tanto.. un anuncio de apadrinamiento, ó ver un indigente en la calle podía hacerme sentir al mismo tiempo afortunada y tremendamente triste por las injusticias de este mundo).
En muchos de los libros que devoré durante el embarazo, casi todos ellos sobre maternidad, embarazo, lactancia y crianza de niños, decía que el bebé es capaz muy pronto de percibir el estado de ánimo de su madre, pudiendo afectarle en el caso de ansiedad ó depresión... aunque tenía claro que no caería en ninguna de ellas (al menos de manera crónica y profunda), decidí ser fuerte, positiva, constructiva y alegre para transmitirle a mi hijo lo deseado, querido y bienvenido que era.
También en muchas publicaciones recominedan hablar al niño, ellos perciben a través del cordón umbilical el sonido de la voz de su madre, y hay estudios que demuestran que les tranquiliza/estimula, según el estado anímico de la madre.
Le hablé mucho a mi hijo durante mi embarazo, y era un momento muy especial. Cuando ya le sentía moverse dentro de mí, reaccionaba cuando le hablaba (juraría que podía distinguir cuando hablaba con él de cuando hablaba con el resto del mundo).
Le conté mi historia, mis deseos, mis ilusiones, y cómo él era una parte fundamental de todas ellas, le hablé de mi familia (la suya tan prontito), le relataba cuentos leídos ó inventados, le cantaba canciones y le daba besos, muchos besos...

Los cambios, cuántos cambios!!! He comprobado entre amigas y conocidas que muchas mujeres se sienten a disgusto con su cuerpo cuando empieza a notarse el embarazo, cuando pierdes paulatinamente la cintura, las caderas se ensanchan preparándose para el parto, y la tripa crece y crece...los tobillos se hinchan con la acumulación de líquidos, el pecho se vuelve ultra sensible y aumenta considerablemente (según el caso), se oscurecen los pezones y surge "la linea nera"...
A mi me encantaban estos cambios (bueno, quizás los tobillos hinchados no tanto, jajaja), me maravillaba cómo el cuerpo se prepara para "incubar", alimentar y proteger al bebé, y cómo se prepara para el momento del parto.
Yo lucía encantada mi tripota y la tocaba constantemente. A partir del 4º mes era un medio de comunicación continuo con mi hijo: Hablarle mientras acariciaba la tripa, sabiendo que él percibía mis palabras y mi amor (no porque las entendiera, claro, pero sí logran percibir el tono, las inflexiones de la voz..).

Las reflexiones fueron muchas y muy variadas. Intenté hacerme una idea de cómo serían las primeras semanas, la toma de contacto, cómo nos habituaríamos el uno al otro... ¿sería una buena madre? ¿Lo haría bien? ¿Cómo sería mi hijo? No físicamente, que me daba bastante igual, sino su carácter ¿nervioso/tranquilo? ¿alegre/llorón? ¿tímido/sociable? ¿enmadrado/despegado?...
Decidí aceptarle como fuera sin quejarme de si lloraba mucho, ó no comía bien, ó me daba la noche...no me gusta la gente que se queja continuamente, y aunque es inevitable en ocasiones quejarnos de las cosas que nos molestan, no quería ser como algunas madres que conozco que se sienten mártires y exclavas de sus hijos. Al fin y al cabo, mi hijo vendría al mundo porque yo así lo había querido. ¿Qué derecho tendría yo a reprocharle que no me dejara dormir tranquila?
¿Acaso no debe ser una consciente, cuando va a tener un hijo, de que su vida va a cambiar, que ya no podrá hacer lo que quiera y cuando quiera? Claro que sería sacrificado y conllevaría renuncias, pero cuando uno toma una decisión debe asumir tambien las consecuencias.
A riesgo de parecer poco modesta, estaba convencida de que lo haría bien, me sentía llena de energía y de ganas de tenerlo conmigo. Me encantaba tenerle dentro, y sin embargo no podía esperar a que naciera, a tenerle entre mis brazos, a acariciar su piel, olerle, comérmelo a besos, oírle, amamantarle, mecerle...

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